lunes, 8 de octubre de 2012

2009 el Año que Amparo se marchó

En diciembre de 2008, murió la tita Isabel en Archidona, una mujer encantadora a la que recuerdo porque cuidó a mi Andresina, un conejillo que yo pensaba que era Andresín y que en casa de mi Tita Isabel descubrimos que era Andresina a juzgar por el nacimiento de tantos Andresinillos. Era la tita a quien no le gustaban las perlículas "de sombreros"  (wensters) porque arrastraban a los hombres del caballo. Recuerdo la casa de mi Tita Isabel,  llena de magia cuyas puertas de madera crujían y recuerdo sus lentes, que le agrandaban esos ojillos pequeños y vivos. La tita Isabel era la penúltima de 10 hermanos. La última, era mi abuela Amparo y ambas habían sido testigos de 8 despedidas tristes. Cuando murió la Tita Isabel, mi abuela se preparó para su propia despedida y sólo tardó cinco meses más en decirnos adiós. Empezó dejando de comer y poco a poco iba perdiendo fuerzas, más tarde el habla, en los últimos días, la conciencia y al final perdió la vida... pero antes de que perdiera la conciencia, me cedió todos sus manuscritos. Libretas y libretas llenas de sus palabras, sencillas pero optimistas, llenas de vida, de ilusión por las pequeñas cosas. Yo fui su única heredera de ocho nietos por voluntad suya y para mí es el único legado, la única gran herencia que cuento en mis manos y en mi corazón colmado de tanto amor.

Antes de que el papel se deshaga quiero que todo el mundo posible lea las grandes historias de su discreta vida llena de sueños por cumplir. Aquí dejo pues, sus poemas, la mayoría de las veces divididos en cuartetos con rima, a veces asonante y las historias de su propia experiencia, a veces mágica, a veces tremenda, en mitad de una guerra civil. La abuela Amparo miró al mundo con su sonrisa, y lo describió con ojos curiosos. Y éste es su legado, el que está en mis manos, el que fue concedido consciente de que pronto se marchaba, el que ahora, comparto con vosotros.

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